miércoles, 12 de agosto de 2009

Quinto día, la teoría

El director me contempló perplejo tras sus finas gafas de diseño. Aguardó unos instantes antes de responder, aunque en esta ocasión no parecía dominar la situación, o al menos eso pensé al observar como su ojo izquierdo pestañeaba de forma compulsiva. Se pasó la mano por el cuero cabelludo (que tenía totalmente rapado) y se detuvo al llegar a la gafas. Se las quitó, las limpió, trató sin éxito de dejar de pestañear y por fin habló:

- ¿Qué has dicho?

Traté de explicarlo de forma diferente, aunque al final repetí lo mismo:

- Son zombies.

- ¿Zombies?- replicó.

- Sí, zombies

- ¿Zombies?- insistió.

- Sí... zombies.

- ¡¿Zombies?!- preguntó una vez más, acelerando el ritmo del pestañeo.

- Bueno...- tosí nerviosamente antes de poder seguir-creo que son zombies.

- ¡¡¡Zombies!!!

Ya no preguntaba, sólo exclamaba, y sus gritos podían escucharse, sin ninguna duda, en toda la redacción. Me apreté contra el sillón, como si el torrente de su voz me fuera a llevar por delante. Se lamentaba de su mala suerte, del exceso de confianza que nos había dado, de que era la única persona cuerda del periódico...

- Me cago en mi madre Pedro- dijo al terminar su retahíla- Cuando os dije que insistierais en el tema de Los Ángeles y que los exprimierais hasta el final no me refería a que había que inventar teorías absurdas. Dejaos de tonterías, basta con la información que llega, que ya es bastante espectacular. No os pido que penséis.

Ese fue su broche de oro, una frase que acostumbraba a decirnos cuando no nos limitábamos a hacer lo que ordenaba. Por mi parte, estaba bastante asustado por su reacción, pero no había entrado a su despacho para quedarme callado, en cualquier caso ya me consideraba un demente por lo que le había planteado.

- No tengo la certeza de que sea así- comencé a explicarme aprovechando que volvía a limpiar las gafas- pero todo apunta a esa explicación. Para empezar, una ciudad que se vuelve completamente loca, hasta tal punto que el Ejército de Estados Unidos la cerca y termina bombardeando. Algo muy grave tiene que estar pasando allí para que un gobierno democrático utilice la fuerza de forma tan desmedida contra su propia gente.

Respiré y miré aún con dudas a mi interlocutor. Puede que fuera el cansancio, pero parecía dispuesto a seguir escuchando.

- Después el virus. No sabemos qué es, parece que ni los americanos lo saben, pero se transmite de forma rápida y en un entorno de violencia salvaje, como la rabia. Las autoridades... el mismo presidente Obama ha recomendado no acercarse a los infectados porque pueden ser peligrosos. Y además están las primeras noticias de casos de canibalismo, en sólo una semana, lo que no se puede justificar por la falta de víveres. Lo dice hoy el New York Times en su portada.

Me levanté del sillón para sacar una fotografía impresa en papel que tenía guardaba en el bolsillo. La abrí cuidadosamente, pues llevaba toda la semana en mi pantalón y comenzaba a desgajarse, y se la mostré. Era la imagen del helicóptero de rescate, la primera foto que habíamos visto en el periódico de la crisis de Los Ángeles.

- La foto nos gustó desde el principio, era impactante- proseguí- No la había vuelto a ver desde el lunes, porque cada día nos inundan con nuevo material, cada vez con más fuerza. Pero anoche, al llegar a casa, tras oír el discurso de Obama y sus advertencias sobre los infectados le eché otro vistazo. Fíjate en sus rostros, mira cómo corren hacia el helicóptero, mira los ojos de la la niña...

- ¿Me estás diciendo que estas personas son muertos vivientes?- intervino finalmente.

- Eso creo.

- Y lo querrás publicar- me preguntó.

- Por supuesto, es cuestión de días que toda la prensa lo diga.


- Pues muy bien- dijo poniéndose otra vez las gafas y recostándose en su sillón- Puede que los demás lo hagan pero nosotros no. Así que guárdate esta foto y todas tus estúpidas historias y ponte a hacer el periódico.

- Pero...

- Nada de peros, se acabaron las tonterías.

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