domingo, 16 de agosto de 2009

Quinto día, la duda III


La noche del viernes, una de esas tórridas y solitarias veladas murcianas de finales de julio y comienzos de agosto, quedé con varios amigos para jugar una partida de Risk tomando unas copas. Jugaríamos en casa de Juanjo, y vendría Pepe, el jefe de Deportes de mi periódico y mi compañero Fernando. El propietario de la vivienda era el único de nosotros que no trabajaba en El Faro, aunque lo había hecho hace unos años, y eso hacía prever una partida cargada de comentarios sobre la profesión, ya que los periodistas somos conocidos por nuestra dificultad para desconectar del trabajo.

Sin embargo, esa noche el tema estrella, muy a mi pesar, fue el espectáculo que armé en el periódico con mi teoría sobre los zombies. Para empezar, me llevé un susto de muerte al llegar a casa de Juanjo. Vivía en un pequeño apartamento cercano al mío, ubicado en un bloque de casas sociales, aunque recientemente reformado. Cuando subí las escaleras del primer piso obervé que la puerta estaba abierta pero no había ni luz ni ruido alguno en su interior. Al cruzar la entrada se produjo un ruido a mi espalda y en ese momento encendieron la luz del pasillo y un hombre apareció corriendo escaleras abajo en mi dirección. Tenía la cara totalmente blanca, la ropa rasgada y manchas rojas en el cuello y sobre la camiseta. Me quedé petrificado, mirándolo venir, mientras a mi espalda escuché el característico sonido de una cámara digital. Diez minutos después Juanjo, Fernando y Pepe (el supuesto zombie convenientemente maquillado) seguían riéndose de mí.

-Nos lo has puesto a huevo- exclamaba Pepe, aún con restos de polvos de talco en la cara.

No me apetecía seguir con el tema pero ellos se encargaron se mantenerlo vivo durante toda la noche. Sólo a la mitad de la partida, cuando mis ejércitos azules se veían acorralados en Australia, Juanjo dijo algo que tenía alguna clase de sentido:

- Mira Pedro, no lo voy a negar, la verdad es que llevo días pensando lo mismo que tú y hay que reconocer que has sido valiente al proponerlo en un periódico, eso lo reconozco- inició su alocución a la vez que se liaba un pitillo- Pero llegó un momento en que me dije: ¿Cómo que zombies? Los zombies son un invento humano.

A Pepe se le escapó una risa.

- Claro, mirad- prosiguió- En todas las películas de muertos vivientes los humanos tienen que enfrentarse a un enemigo desconocido, que tardan mucho tiempo en comprender y que sólo combaten realmente cuando están totalmente rodeados. Ningún protagonista dice al ver levantarse a un hombre a pesar de estar molido a tiros: ¡Joder, es un zombie!¡Ya tenemos otra plaga! Y es que ya sea una película antigua o moderna, los zombies aparecen siempre por primera vez, nadie sabe que son muertos vivientes hasta que ya es demasiado tarde.

Juanjo le dio una calada a su cigarillo recién encendido y nos miró sabiéndose el centro de atención.

- Puede que los mismo protagonistas de esa película puedan mantener una conversación sobre hombres lobo y vampiros, por que son mostruos que forman parte de la cultura popular. Todos conocen sus poderes y sus puntos débiles. Pero en las pelis de zombies los muertos vivientes son una novedad, aunque siempre sean iguales. Sólo así son un verdadero peligro para la humanidad, sólo mientras la gente no sepa que ese tipo pálido que se acerca tambaleándose ya no es tu padre o el viejo cartero, sino un cadáver al que hay que pegar un tiro a la cabeza. Y qué país mas conocedor de la cultura de los zombies que Estados Unidos. Bueno -continuó- no sé qué demonios está pasando en Estados Unidos pero sea lo que sea no son zombies. Será algo que no conozcamos, algo que no hayamos inventado ya como argumento de películas de terror para adolescentes. Si es realmente peligroso será desconocido. Eso es al menos lo que yo pienso.

Entonces tiró los dados y sacó dos unos que provocaron una carcajada general. El resto de la noche transcurrió lentamente mientras fantaseábamos sobre qué clase de zombies estaban atacando Estados Unidos. Pepe dijo que no podían ser los tradicionales de 'El día de los muertos vivientes' de Romero, demasiado lentos para resultar peligrosos. Fernando optaba por los de la serie de '28 días después', que en realidad no eran muertos vivientes propiamente dichos sino enfermos de alguna variedad de rabia que les hacía atacar a otras personas. Éstos últimos eran muy rápidos y contagiaban la enfermedad casi de forma instantánea. Los más modernos de 'El amanecer de los muertos' eran la opción de Juanjo, rápidos también, pero genuinamente muertos y, por tanto, más difíciles de eliminar.
La realidad me dio una buena bofetada esa noche al volver a mi apartamento. El aire acondicionado, que a la vista parecía instalado, ya que la consola estaba en la pared y el mando sobre las instrucciones en la mesa del comedor, no funcionaba. Al parecer Marcos se había marchado sin terminar el trabajo y ni siquiera me había llamado. Era demasiado tarde para volver a mi refugio de montaña así que me quedé allí y dormí completamente desnudo.

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