viernes, 31 de julio de 2009

Primer día

Aún puedo ver los rostros de la fotografía. Perdidos, pero al mismo tiempo con la mirada fija en el cámara y el helicóptero, corriendo como posesos hacia ellos. Pálidos, ropa rasgada y heridas en el cuello, los brazos, el pecho... Y corriendo ¿Por qué corren? Y sobre todo, ¿por qué el helicóptero despega y los deja allí?
Fui uno de los primeros en ver la foto en la redacción, aunque no la descubrí yo. Ése siempre era Fran, que rastreaba continuamente las páginas de las agencias internacionales en busca de imágenes curiosas para la sección de Gente, la contraportada e incluso a veces para la portada, cuando la noticia lo merecía. Ésta era una de esas ocasiones. Gritó mi nombre y me dijo que fuera "¡Cagando hostias!". Cuando llegué a su mesa se dio la vuelta y aún sentado, mirando hacia arriba, soltó: - ¡Ah que mola!
Eran casi las diez de la noche y el ambiente en el periódico era muy tenso. Apenas hacía una hora que habían llegado los primeros teletipos desde Estados Unidos y sinceramente no teníamos nada claro qué estaba pasando. La primera alerta que vimos estaba colgada en un Urgente de la página web de El Mundo: "Ataque terrorista en California con centenares de desaparecidos". Enseguida se nos vino a la cabeza el 11-S y el 11-M. Cuando un titular de última hora combina las palabras terrorismo y heridos o muertos está claro que hay algo gordo. Cuando ocurre en Estados Unidos mucho más, porque el seguimiento mediático y el impacto de los atentados se multiplica en Norteamérica. Pero es que lo de "decenas de desaparecidos" sonaba muy mal. En una tragedia desaparecidos es sinónimo de muertos así que la cosa prometía. De inmediato nos comenzamos a conectar sin orden ni concierto a las agencias de noticias, las páginas web de los periódicos estadounidenses, los nacionales... Desde cada esquina de la redacción surgía un dato nuevo: "¡Son árabes!" "¡Armas bacteriológicas!" "Paramilitares de ultraderecha" "No, dicen que es una broma, sólo es el rodaje de una película de Hollywood, tácticas publicitarias". No había nada claro y lo peor era que a diferencia de los atentados de Madrid y Nueva York, que ocurrieron por la mañana y a mediodía respectivamente (hora española), lo que fuera que estuviera pasando en California nos llegaba a plena hora de cierre del periódico y no teníamos nada que decir a nuestros lectores.
Los periódicos nacionales tenían corresponsales en Estados Unidos y muchos más contactos con el Gobierno central para aclarar esta clase de sucesos. Sin embargo, siendo realista, en ese momento no les envidié. Un diario regional como el mío no tenía que llenar diez páginas de reacciones a la supuesta catástrofe internacional. En El Faro de Murcia mandaban siempre las noticias locales así que bastaba con cerrar toda la edición, y reservar tan sólo la apertura de la sección de Internacional y la portada. Tratar de contrastar la noticia (es decir, escribir sólo los datos en los que coincidan la mayor parte de teletipos y ediciones electrónicas) y conseguir una buena foto. Con una foto de portada salvas el periódico. La colocas a cinco columnas con un enorme titular y bueno... si el lector quiere más datos ya tiene la radio y la televisión del día siguiente, que seguro que tienen información más fresca.
El problema era que la hora de cierre de la rotativa se acercaba y no teníamos ni historia (cada fuente decía una cosa diferente) ni imagen. Fernando había cogido una instantánea de AP en la que se veía la ciudad de Santa Ana a lo lejos, donde al parecer se había producido el suceso, con varias columnas de humo surcando el cielo. No estaba mal, pero podía ser desde un incendio forestal (y era la época) hasta un accidente aéreo.
Por eso cuando vi la fotografía que había encontrado Fran lo tuve claro. Era de Reuters, de un fotógrafo llamado Kevin Rico, y estaba tomada desde el interior de un helicóptero sanitario que comenzaba a elevarse, según decía el pie de foto. La puerta del aparato estaba abierta y se podía observar el casco y la mirada de perfil de uno de los tripulantes, con la boca abierta. Estaban despegando de un parque, o al menos había cesped, y se veían bloques de chalets en el fondo. En tierra, a poco más de diez metros, un grupo de personas corrían hacia el helicóptero con los brazos extendidos, llenos de sangre. Me fije en sus caras. Parecían asustados, pero también había rabia en sus ojos, o eso me pareció. ¿Huían de algo? Pero entonces por qué se marchaban las asistencias. ¿Eran ellos los terroristas? La verdad es que no lo parecían. ¿Saqueadores? Si la situación se había descontrolado no era extraño.
Fernando, que ya se había puesto a mi lado, me señaló algo que no había visto hasta entonces. A la izquierda de la imagen había una niña de unos diez años, rubia, que se dirigía, como los demás, hacia el fotógrafo. Tenía una venda en la cabeza y le faltaban los zapatos. También tenía sangre en las rodillas. Su rostro daba escalofríos, aunque no tenía claro por qué: - ¿Tiene los ojos en blanco?- preguntó Fran, ampliado la foto. Pero no sirvió de nada, ya que no era de mucha calidad y se pixelaba. - Puede ser un efecto de la imagen- respondí- aunque parece que está histérica.
La niña, aunque en una esquina de la fotografía, era la más cercana al helicóptero, pero entonces me di cuenta de que la mirada del resto de civiles era similar. No podíamos describir el color de sus ojos, estaban muy lejos, pero daban miedo. Quizás era personas desesperadas que habían provocado la misma impresión a los tripulantes. O puede que el aparato simplemente fuera ya cargado y no pudiera transportar a más heridos.
El caso es que se quedaban en tierra y la foto había captado todo el dramatismo del momento. Hablamos con el director y estuvimos de acuerdo: "Centenares de heridos en California" El titular a cinco columnas, la imagen encima y el texto de portada y de página jugando con el propio desconcierto de esas horas de la noche. Antes de marcharme a casa imprimí la foto y me la eché en la mochila. Mañana sabríamos qué demonios estaba pasando.