jueves, 5 de noviembre de 2009

Domingo 16 de agosto. La Escapada III

La fiesta que organizamos en el túnel de acceso a la plaza nos salió cara. Apenas acabamos con el primer zombie que nos cerraba el paso aparecieron varios más, esta vez por detrás de nosotros, en la avenida de la Libertad. No sé si esos seres pueden sentir rabia, pero debíamos ser los primeros humanos vivos que veían en días y sus gestos parecían reflejar un odio infinito. Me fijé especialmente en un joven vestido con un traje de ejecutivo raído y bastante sucio. No tuve tiempo de ver en si tenía heridas, pero sus ojos y su tez blanquecina lo decían todo. Seguramente murió en los primeros días de la llegada de la epidemia del virus R a Murcia, de ahí su atuendo.
Echó un vistazo a nuestro grupo, escogió su víctima y se lanzó a por el hombre más mayor que nos acompañaba, Manuel, situado a mi izquierda. Salimos corriendo en todas direcciones. Teníamos un objetivo, una ruta a seguir, pero en ese momento se acabó la planificación y comenzó una huida delirante por los jardines y paseos que circundaban los edificios frente a El Corte Inglés.
Giré a la izquierda nada más terminar el túnel y seguí lo más rápido que pude. Me acompañaba Luis, un poco por detrás de mí, pero nadie más del grupo parecía haber tomado nuestra dirección. Atravesamos la plaza y nos metimos por otro túnel que llevaba a una estrecha calle de un solo sentido. Torcí hacia la derecha y paré allí junto a un coche aparcado. Luis me preguntó que hacia dónde íbamos. Por el momento todo hacía pensar ningún muerto nos seguía, así que nos apoyamos en el coche para recuperar la respiración.
Entonces vimos a Roberto, otro del equipo, que surgió corriendo en otro punto de la misma calle, a unos 20 metros por delante. Lo seguía un buen grupo de zombies y el muy cabrón vino hacia nosotros gritando auxilio. Dimos la vuelta y volvimos zumbando por donde habíamos llegado. De nuevo en la plaza atravesamos saltando los parterres resecos y un infectado se cruzó corriendo, puede que persiguiendo a otro miembro del grupo. Me pasó tan cerca que pude ver claramente su ojo clavado en mí, mientras su cuerpo trataba de frenar y girar para agarrame. Ahora ya sí que tenía varios muertos corriendo tras de mí. Crucé completamente la plaza, apurando al límite mis fuerzas. No sé si solté la mochila o se me aflojaron los cordones a la carrera, pero el caso es que me la quité de encima y pude continuar más rápido. Llegué entonces a un pequeño callejón que giraba bruscamente y temí que terminara en un muro y me quedara atrapado, pero volvió a abrirse a otra plaza y tras una curva más a una calle bloqueada por los coches atascados. Pasé por encima de ellos jugándome un resbalón que me habría dejado a merced de mis perseguidores, pero tuve suerte y a mi espalda se formó una montonera entre los vehículos.
Gané unos segundo para mirar a mi alrededor y tratar de averiguar dónde estaba. Me pareció que el edificio que buscaba estaba justo enfrente de mí, así que fui hacia allí. Luis había desaparecido. Ningún miembro de mi grupo me seguía ni parecían haber llegado a la puerta donde debíamos encontrarnos. Fui hasta ella y golpeé con mi puño tal y como habíamos acordado. Dos toques rápidos y uno largo. Repetí la contraseña una vez más, sin obtener respuesta. Al otro lado de la calle aparecieron los zombies que había logrado dejar atrás.
- ¡Abrid de una puta vez!- grité en dirección a la puerta, siguiendo con los golpes- ¡Abrid!
Saqué la pistola y ventilé todo el cargador en dirección al grupo de muertos que se acercaba. Ni acertando en la cabeza con cada una de las balas habría frenado a mitad de ellos. Estaba acorralado y sin posibilidad alguna de escapar cuando la puerta se abrió y alguien me agarró desde dentro. Caí en una sala oscura mientras la puerta se cerraba de nuevo y bajaban una reja de refuerzo. Llegaron golpes violentos desde fuera pero el engranaje parecía resistir. Entonces pude mirar desde el suelo a mi salvador. Las primeras luces del alba entraban por una rejilla superior. Descubrí con alivio el rostro sonriente de Marta:
- Anda levanta- me dijo- me da grima estar aquí abajo.

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