lunes, 7 de septiembre de 2009

Segunda semana, viernes

A medianoche volvió la luz y pude encender el ordenador para conectarme a Internet. El mundo no tenía mejor cara que cuando me asomé la última vez. Había malas noticias en todos los rincones del planeta, y al menos en ese caso quedaban periodistas para informar y un público para leer. De otras partes del globo no llegaba nada, sólo el silencio. Estados Unidos, por ejemplo, era una enorme nación a oscuras. Se suponía que el presidente Obama y su gobierno se habían refugiado y seguían dirigiendo los desesperados intentos de su mermado ejército por recuperar el control. Pero sobre el terreno sólo había ordas de zombies y soldados.

En África el silencio era absoluto, así como en diversas partes de Asia. Parecía un milagro que Europa hubiera seguido su vida tranquilamente, sobre todo la semana anterior, mientras la Tierra se iba literalmente al carajo. Cada país había seguido la política de 'el problema lo tienen los demás', hasta que se había extendido por todo el mundo.

Volviendo a España, las comunidades con mayor grado de presencia del Virus R eran las del norte, por el paso de inmigrantes desde la frontera francesa. Llegaban refugiados europeos y de otras nacionalidades, y aunque la norma era cerrar los pasos fronterizos, no había una ley que permitiera expulsar a los ciudadanos comunitarios. Algunas zonas del País Vasco habían sido abandonadas completamente por las fuerzas de seguridad. Los efectos de la infección se había unido a una ola de ataques de guerrillas urbanas pro etarras en Bilbao y San Sebastián, y la Policía no podía hacer frente a todo. Madrid, por otro lado, había sufrido ya más de un millar de emergencias relacionadas con la infección, y en ese momento estaba decretado el segundo toque de queda nocturno de la semana. Patrullas ciudadanas recorrían las ciudades dormitorio a pesar de la prohibición de salir a la calle, no tanto por los zombies sino por el incremento de la delincuencia. En total, se contaban treinta mil personas desaparecidas, en gran medida en las zonas de la frontera abandonadas, y unos cinco mil infectados abatidos de diversas manera. En comparación, Murcia parecía un remanso de paz.

En todo el país, la suspensión de los trabajos se iba ampliar aún más el viernes y la semana siguiente. Cierre de comercios no vitales, suspensión del transporte interno, controles en las entradas de todas las ciudades. La oposición había pedido que se movilizara a todos los hombres capaces de empuñar un arma, pero el Gobierno respondió que no aplicarían políticas que, ya se sabía, habían fallado en América. La estrategia del Ejecutivo de Zapatero, que pensaba explicar a fondo en el Consejo de Ministros del viernes, era evitar todo lo posible las concentraciones. Se había llamado a filas a los reservistas sí, pero sobre todo para ocupar puestos puestos estratégicos, como transportes de mercancías o mantenimiento de estaciones eléctricas. Las patrullas de vigilancia e intervención, formadas por diversos cuerpos policiales, por un lado, y militares, por otro, actuaban en grupos de cinco o seis hombres y se retiraban ante cualquier contratiempo. Nunca se arriesgaban, nunca se metían en callejones sin salida. Lo política era: mejor un hombre vivo que cinco zombies muertos.

Esta forma de afrontar la crisis no sólo provenía de la funesta experiencia yanqui. También había circulado entre los gobiernos europeos un estudio científico presentado meses antes de la aparición del Virus R por la Universidad de Otawa, en Canadá. Era un experimento matemático que había calculado cuáles eran las esperanzas de la raza humana si se producía una epidemia zombie. Cuando las universidades canadienses lo realizaron sólo era un curioso modo de combinar fórmulas para resolver ecuaciones. Sin embargo, la oscura realidad de la infección lo había puesto de moda. Sus conclusiones eran que sólo se podía frenar el virus mediante ataques rápidos y contundentes. Ni vacunas ni zonas de cuarentena. La única solución era la lucha concienzuda e implacable. El estudio estaba en la red y se podía consultar: http://www.mathstat.uottawa.ca/~rsmith/Zombies.pdf. Ésa era ahora la hoja de ruta.

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